40 semanas después

Se me olvidó. 40 semanas después se me habían olvidado los olores. A humo, a motor desgastado, a aceite quemado. Los sonidos. A naturaleza viva, mosquitos que despertaban con el último rayo de luz; árboles que parecían darte los buenos días; chicos que te cobraban el matatu a grito del destino de éste, como «Yaya, yaya, yaya» (el centro comercial que había al lado de nuestra casa), y golpes en la parte de arriba del vehículo, cuando alguien quería bajarse: ¡pas! ¡pas!. Dos toques, no más, y la gente se bajaba. Se me habían olvidado los sabores, comerte un plato lleno de colores, como el de la foto. Beber té picante y que te raspase la garganta. Y que todo el mundo te reconociese mirándote por la calle, porque tu piel blanca, relucía bajo el sol como un billete de 100 chelines. Y ser consciente de cómo te timaban cada día por esta razón. Porque en España también te timan, pero ni es por tu color de piel, ni quieres ser tan consciente de ello. Se me había olvidado toda la puta ONU, con sus sueldazos, cochazos y las ansias de todo expatriado (y local, que pudiese aspirar a ello) de entrar ahí. Se me habían olvidado las propias. Y las playas de arena blanca, de agua caliente, los peces que parecen sacados de la peli de La Sirenita y las arañas de la costa que tenían el tamaño de mi puño. Vaya bicho. Se me había olvidado la sensación de asco y pasarme la mano por el pelo, por si acaso, como acabo de hacer. Se me había olvidado el racismo a la inversa, es decir, sentirlo en mi piel a modo de despectivo: mzungu! (¡blanca!). Se me había olvidado hacer la compra a primera hora del sábado, por si a algún terrorista con afinidad de Al Shabaab le daba por asaltar el centro comercial repleto de expatriados. Se me habían olvidado tantas cosas… que me siento en la deliciosa obligación de escribir para frenar esta amnesia voluntaria.

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Zanzíbar: ilustrando el paraíso

Hay sitios que merecen la pena vivirse y conocerse. No me parece mejor forma de que lo hagáis que compartiendo algunas de las fotografías que hicimos durante nuestro último viaje… a Zanzíbar

Vacas

Zanzíbar forma parte de Tanzania, desde que unificó con Tanganica (el territorio del continente) en 1964, poco tiempo después de su independencia. Zanzíbar significa «tierra de negros» y es que, desgraciadamente, era el lugar al que llegaban los esclavos del interior del continente que, después, partían hacia América. Nosotros estuvimos en Unguja, la isla de mayor tamaño, en la que había poca gente… como veis en esta foto.

StoneTown

La capital del archipiélago es Stone Town, ciudad más conocida como el lugar de nacimiento de Freddie Mercury. En realidad se llamaba Farrokh Bulsara y procedía de una familia de indios asentados en esta isla gestionada por los británicos. Zanzíbar tiene muchas influencias árabes e indias, ya que está situado en un lugar estratégico para todos los comerciantes que llegaban a la costa este del continente africano, especialmente los que hacían desde otros lugares también gestionados por los británicos. Actualmente, la ciudad y el archipiélago viven del turismo, como podéis ver en esta calle llena de tiendas de souvenirs.

Tapada

La mayor parte de la población es musulmana y casi todas las mujeres llevan velo y amplios y largos vestidos… que hicieron que olvidase las prendas de ropa que llevé al viaje y usé en las playas, para pasar a achicharrarme de calor bajo fulares y camisetas de manga larga.

IglesiaMezquita

Aunque predominan las mezquitas, también hay templos hindúes, budistas y alguna iglesia; desde cuyas puertas es raro escuchar la llamada a la oración de la mezquita situada a 500 metros más atrás. Una de las iglesias se ha construido sobre uno de los lugares en los que se almacenaban esclavos. Aunque suene dantesco, cuando estuve allí me preguntaba qué Dios puede permitir eso.

árabe

Puertas típicas de las viviendas, talladas, de influencia árabe. Los «pinchos» dorados que se aprecian en ella fueron incluidos por parte de los inmigrantes del lugar, para hacer frente a los posibles elefantes… inexistentes en la isla

india

La riqueza cultural de Zanzíbar hace que los indios también tuviesen sus propias puertas

Especias

Y los comerciantes venidos desde las indias orientales trajeron consigo las especias, que funcionaron tan bien, que hoy es uno de los atractivos turísticos de la isla principal y, sobre todo, el más auténtico souvenir que llevarte de Stone Town

Palacio bombardeado

Además de ser el lugar de origen de Freddie Mercury, en Zanzíbar tuvo lugar la guerra más corta de la Historia. Concretamente en este Palacio de Gobierno, hoy llamado Casa de las Maravillas, donde el hijo de Sultán se proclamó nuevo Sultán a la muerte de su padre y los ingleses dijeron que nanai, bombardeando este sitio durante… 45 minutos, hasta que Zanzíbar decidió rendirse

Política

Este poste preside la plaza desde donde se discuten las cuestiones políticas que conciernen la ciudad de Stone Town. Evidentemente, las discusiones están relegadas a hombres adultos.

Y hasta aquí por hoy, aunque Zanzíbar daría para mucho más

Uganda, la perla de África

Ni yo ni los propios ugandeses, que utilizan esta frase como reclamo turístico hacia su país, hemos sido los creadores de esta marketiniana frase. Lo fue, en su día, Winston Churchill con gran parte de razón. La otra parte de razón que le falta se la quito, al considerar que, como muchos piensan, África más que una perla, tiene un collar de ellas.

Desde que aterrizamos en el aeropuerto de Entebbe, (a 40 km de la capital), hasta que llegamos al conocido como «Bosque Impenetrable», (por la selva a la que hacía mención), con el único objetivo de ver a una de las familias de gorilas que se reparten entre este país, Ruanda y Congo; de nuestro viaje a Uganda se destacar algunos puntos:

  • Ver Cantabria cada vez que miras por la ventanilla del coche, porque el país es completamente verde y mucho más limpio y cuidado de lo que estamos acostumbrados en Kenia
  • No hay que generalizar, pero el policía que paró nuestro coche, le preguntó al guía si tenía los papeles del vehículo en regla, a lo que este contestó que sí, para que el policía volviese a preguntarle si podía fiarse de su palabra. Ante la respuesta afirmativa del guía, nos dejó ir…sin más. En Kenia he sido testigo de algún que otro chantaje económico por parte de los policías a los conductores de taxis y matatus. Cavilaciones de una.
  • Casi todos los poblados por los que pasamos estaban llenos de pequeñas «pirámides» de barro; que no son otra cosa que ladrillos hechos de barro, secados al sol durante 10 días, colocados en forma piramidal sobre una superficie hueca para prender fuego debajo y recubiertos de barro, para que resistan mejor el calor, y acaben de hacerse. La mayoría de las casas están hechas con este material, incluso las de los pueblos más remotos.
Ladrillos

Pirámide de ladrillos

  • El país está tan lleno de montañas que te tumba los estereotipos que un día te imaginaste sobre esta parte del planeta
  • Llueve todos los días…aunque una hora como mucho. ¿He dicho ya que es completamente verde?
  • Sin embargo, el estereotipo de selva de Tarzán que siempre te has imaginado…existe
  • Los gorilas son tan humanos que asusta
  • Verlos en libertad asusta menos de lo que pensabas
Gorila

Una de las hembras de la familia que visitamos

  • Ser consciente de que el miedo que tenías antes de verlos es el mismo que el que ellos tienen al verte
  • Aprender su forma de comunicación basada, sobre todo, en carraspeos y en el sonido que solemos emitir las personas al aclararnos la garganta
Pequeños

Los más pequeños jugando en las ramas

  • Dormir a los pies de la selva, escuchando un río, grillos, las hojas mecidas por el viento…y tener la tentación de grabar el sonido para el resto de noches de tu vida
  • Pasar del otoño a la primavera y de la primavera al otoño al cruzar la línea del Ecuador
  • Conocer una niña preciosa de un año, hija de la dueña de un sitio para comer de carretera, que se llama… ¡Chanel!
  • Descubrir Uganda
Cantabria

Cantabria en Uganda

Impresiones de una turista por Kenia y Tanzania

Una de las personas que ha venido a visitarnos, compartiendo así nuestra «experiencia keniana», tuvo el bonito detalle de contarnos (en un mail) el viaje desde su perspectiva. Anuncié hace algunas semanas que si me daba permiso, lo publicaría… et voilá: Las crónicas de María (o la «loca de los mapas») han llegado a este blog.
«Dicen que las cosas reposadas siempre son más ciertas. Vamos, que no es lo mismo lo que pueda decir de una cosa según sucede que sobre algo que ya has madurado…eso, o que me estoy inventando una excusa para explicar porqué no he escrito comentando el viaje aún a estas alturas!
(igual es porque en realidad me atraparía a comentar mil cosas más, pero me voy a centrar en el viaje!)
El caso que justó esta semana vi este bonito mapa de Kenia. Ya aunque mire de soslayo cualquier cosa con la forma del mapa de Kenia lo reconozco! será ya parte de mi??
y sí, pensé, sin duda, Kenia es bien bella. Eso deben de estar cansados de oír todos los que me han visto a mi vuelta.
A ver, creo que primero os tengo que recordar qué pensaba yo de este viaje antes de ir. Era una oportunidad, un viaje que sin duda me despertaba muchas dudas pero también algo que no me había planteado hacer nunca, ni me moría por hacer.Y regresé y no paré de recomendar este viaje, me sorprendió mil veces más de lo que podía esperar.

Una cosa que digo a todo el mundo: fui capaz de olvidarme el reloj. Sí, creo que cuando me di cuenta de ese punto es cuando me di cuenta que estaba hechizada del viaje. ¿En qué momento me percaté? No lo sé. Quizá cuando nos quedamos atrapados en medio de una carretera entre el Masai Mara y Nairobi, echando por borda nuestros planes; o cuando me di cuenta que los taxistas se quedaban esperando en el destino al que te llevaban para luego «regresarte»; o cuando nos cogieron tormentas que hacían que cualquier plan se parase; o cuando nuestro vuelo a Zanzíbar se vio retrasado por horas, sin ningún aviso, sin nadie alarmándose.
Sea como sea, me vi cayendo en el tópico del «ritmo africano». Lo típico que escuchas y piensas, bah! es una cosa que se dice, igual que la gracia del andaluz o los dichos de los catalanes. Pero no, en Kenia (vamos a no generalizar, va?), se vive a otro ritmo. y gracias a que os fuisteis allí y nos invitasteis, yo pude descubrirlo.
Con las mismas, sí, me moló porque estaba de vacaciones, pero reconozco que tendría que cambiar muchas cosas para poder acostumbrarme a él. De vuelta a madrid, sigo pegada a mi reloj.
Pero por eso me encantó este viaje, luego entraré en otros detalles. Pero, por lo que digo que me encantó fue porque ha sido completamente diferente a cualquier otro viaje. Sabréis u os imagináis que no me gustan los viajes que se hacen con libreta de vistos. Esos donde parece que llevas anotadas las cosas que tienes que ver y tú sólo vas haciendo tics y fotos en cada cosa.
Me gustan los viajes en donde igual «pierdes» el tiempo sentado en un café viendo los lugareños, en los que entras a un mercado y descubres todos sus productos locales. 
Y Kenia ha sido así. Yo no iba por nada en concreto, no tenía una lista de must-see, así que no iba a dejarme nada sin ver y sin embargo, todo era por descubrir. Teníamos (mil gracias una vez más) cerrado el Masai-Mara que era como la visita obligada, luego Zanzíbar que me sorprendió muy gratamente y muchos posibles planes.
…y todo salió rodado. Nos dió tiempo a perder el tiempo, a decidir sobre la marcha, a ir de aquí para allá, a aprender swahili, a ver vuestros rincones, a comer rico, raro, occidental. A «vacacionear», que es a lo que íbamos, y por tanto también a aprender.
Si me dicen :¿qué es lo que más me gustó? no sabría. Podría decir que me encantó:
– el masai, nosotros un grupo de 5 personas, que no sabíamos ni los nombres de los animales, y que al principio alucinábamos con cruzarnos con un ñu y acabamos rodeados por miles de ellos. Pero igualmente me gustó la experiencia de ir y volver con el loco de guía que teníamos, que ni nos mató, ni me mató (sí, qué pasa, no me gusta que me traten diferente por ser blanquita)
– Nairobi. ver dónde trabajáis, subir a un rascacielos desde donde se puede divisar la urbe (me encanta ver todo desde arriba y así poder hacerme mi mapa mental, y más aún en una ciudad donde el sentido de la orientación o la existencia de un plano brilla por su ausencia. Ir al super, ir al etíope, mi sorpresa de cumple (gracias por hacerme sentirme especial y querida), conocer vuestra casa, el orfanato, el autobús! las calles vistas desde el asiento de copiloto (cuando íbamos los 3 yo siempre era la copiloto, te permite ver más y hablar un poquito…)
Y su seguridad. creo que es de lo que más he hablado. «Nairobi? nah, una gran ciudad africana, creo que merece vivirla dos días, tiene su aquel, pero lo más flipante su (in)seguridad.» Creo que aún alucino con la idea de que si un taxi te lleva a un centro comercial, no te deje en la puerta si no que te meta en el parking, previamente revisando los bajos, y que de ahí tú entres pasando un arco de metal (sí, propio de un control de bananas), pero control.
¿Sabeis? ahí sí que distinguí dos kenias, Nairobi y lo demás. Y reforcé mi teoría de que las personas somos buenas, pero entre mierda nos jodemos, y los barrios de Nairobi deben de sacar lo peorcito de cada uno…
Aunque bueno, kenias hay muchas…porque también podríamos hablar de la Kenia blanca (o vip) y la negra. y así…
-nuestra excursión a los lagos. aventura en el camping (que a mi me hace apreciar las riquezas, porque qué sería de nosotros si siempre fuésemos a hoteles 5 estrellas?), bicicletas en hell’s gate y toooodos sus alrededores. subir el longonot (y sentirme en el mundo de los fruitis).
-vistas y más vistas. paisajes. recuerdos. aventuras, anécdotas.
(una cosa que me sorprendió fue la ausencia de olores. no me llevo un olor de kenia… sus calles no tienen un olor especial).
– y Zanzíbar, en serio tenéis que ir, sí, espero que vayáis. Igual si hubiese ido sólo a Zánzibar no me hubiese gustado tanto. Pero el contraste con Kenia, hizo que la disfrutase. Llegar a una isla propia del Caribe (como si acaso yo hubiese estado en el Caribe…). su sol, su planicie, las palmeras, y sentirte alma libre. Raro, si además hablamos del entorno. Cómo sentirse libre en un lugar donde la gente sigue siendo toda negra y las mujeres, desde las niñas de unos 6 años, van con velo? Pues así fue. el resort fue un auténtico paraíso, playa, mar, suelos cristalinos, azules de todas las gamas, zumo de mango y cartas. Y la ciudad un laberinto de callejuelas donde puedes moverte sin ningún problema (llevar con vosotros una linterna). la verdad es que vuestra idea de recorrerla en moto me parece increíble…
…una cosa que habría cambiado? venga, sí, mi color. Sí, lo de ser blanquita me jodió. La idea de que igual que prejuzgamos nosotros lo hagan ellos y que por mi color, claramente tenga una etiqueta puesta, es duro. ni cago pasta, ni es necesario que me times, ni nada de nah. Pero vaya que de este tema no os voy yo a descubrir yo el mundo…que vosotros lleváis mucho más vivido que yo.
…y eso es. Kenia, como lugar especial de vacaciones, lugar bien duro para vivir. Porque si yo lo describo como un lugar en el que fui libre (de mi reloj, de mi manera de vestir, de mi pronunciación inglesa), también entiendo que para vosotros en ocasiones puede ser una jaula. Sin embargo, y aunque sé que habéis tenido vuestros malos momentos, también sé que lo estáis disfrutando como los dos aventureros que sois. Y estoy orgullosa de vosotros.
(queda muuuucho por comentar, estas han sido mis impresiones de este rato. pero seguiremos comentando y organizando!)»
¿A que es un mail genial?

Adopción, mucho más que «la otra» opción

No me gusta nada poner fotografías de niños en la red y, mucho menos, las típicas fotos que nos hacemos «todos» los que venimos aquí, con los «pobres» niños negritos de África Subsahariana. Me parecen tan inocentes, tan vulnerables… y más aún cuando estos no tienen (cerca) ni padre ni madre. Así que, por favor, los que leáis esta entrada, no os quedéis solamente con las imágenes de los críos que salen en el vídeo, aunque sean adorables, intentad ir un poco más al fondo de la cuestión.

Cuando llegué a Nairobi estaba más perdida que un pulpo en un garaje. De repente, apareció un ángel italiano, con una melenaza rubia rizada y ojos azules (cuando digo que era un ángel, lo digo por algo) que me enseñó lo mejor que me llevo de aquí: New Life Home Trust.

Sí, es un orfanato; y sí, también podía haberme dado cuenta de este tipo de necesidades en mi país. Hubo una buena amiga que me dijo: «al principio te creerás que estás salvando África tu sola», solo este tipo de buenas acciones. Supongo que tenía razón… pero seguir yendo, a medida que pasaban las semanas, me han hecho dejar de pensar que África se salvaría por más gente como YO (suele pasar, os lo digo en serio) para vivir más plenamente esta experiencia:

  • Siempre recordaré a Sakara porque creo que nos enamoramos a la vez… aunque, reconozco que ella era una conquistadora nata que tenía seducidos a más de la mitad de los voluntarios que íbamos por allí. Lo del enamoramiento con cualquiera de los renacuajos que viven allí es tan habitual que aunque recomiende tener cuidado…sería en vano
  • Quiero agradecer haberme encontrado con todas estas trabajadoras kenianas y su estilo más despreocupado de cuidar niños. 13 niños de menos de un año en una sala de pocos metros cuadrados te hace comprender el porqué. Me quedo con todas y cada una, a pesar de no haberme entendido en ciertos momentos, con algunas de ellas
  • Me quedo con que el 80% de esos niños sean adoptados, especialmente por familias kenianas
  • Y con la rabia e impotencia de saber que entre ese 20% restante hay niños autistas, sordos o con otras deficiencias psíquicas y físicas… que también sonríen, quieren jugar y tienen cosquillas
  • Con los directores del centro que viven allí. Hay gente con mucho valor por el mundo
  • Ser consciente de lo que es capaz de dar una persona
  • Y cuando la hora de tomar las medicinas se convierte en una fiesta
  • Darte cuenta de la fuerza que tiene un niño para salir adelante
  • Ver una niña de facciones orientales con la piel negra. Y que todos los que la ven, sin excepción, comenten lo guapa que es
  • Y comprobar que los niños allí apenas beben agua durante el día ni en las comidas… de, más o menos, los mismos ingredientes cada día: verduras, patatas y arroz, principalmente. Aunque sí toman bastante leche…de polvos, por más que alguno intente, sin suerte, ver si consigue que seas tu la fuente de alimentación. Y los viernes, hay gusanitos a media tarde, ¡que es viernes, coño!
  • ¡Ver qué prisa se dan en crecer!
  • Y comprobar que la rubia italiana de ojazos azules y melena rizada realmente es un ángel (para todos aquellos que se atrevan, está en italiano: https://www.youtube.com/watch?v=TzjlLMAusLU)

Una boda keniana

Pues hace más o menos dos meses que una chica keniana, que conocí en una cena de chicas expatriadas e hispanohablantes, nos invitó a su boda con otro expatriado italiano. No es la única boda a la que hemos ido por aquí, porque ya se casó un compañero de trabajo de mi marido y la hermana de otra de sus compañeras. En realidad han sido dos pre-bodas y dos bodas en total, aunque repartidas así: pre-boda del compañero de trabajo (que yo me perdí porque aún estaba en España), boda del compañero de trabajo, pre-boda de la hermana de la compañera de trabajo y boda de mi amiga.

¿Por qué pre-boda? pues bien, aquí se celebra, con toda la familia y amigos que quieren invitar los padres y los novios, una especie de pedida de mano común. Pero no os creáis que tantos invitados es un hecho raro, no. En Kenia no hay límite de invitados; me explico, si conoces a los novios, puedes presentarte en la boda… porque sí. En realidad esto no se hizo factible en esta última boda, pero hay que recordar que la chica no se casaba con un keniano, por lo que fue una boda italokeniana.

Bueno, mi amiga es una chica de recursos. Ha estudiado ginecología y pediatría en el extranjero, sabe idiomas (español e italiano y, por supuesto, inglés y suajili), trabaja en un buen hospital y es preciosa. Es decir, que valía su dote en… vacas. Y es que, aunque se casase con un extranjero, éste tuvo que pagar a la familia por ella. Alguien nos chivó que fueron unos mil euros simbólicos, ya que creían que el pago real no llegaría a tener lugar. A día de hoy, no lo sabemos exactamente.

También tuvieron que hacer el paripé en que, a pesar de llevar unos meses viviendo juntos, ella tuvo que mudarse (y cuando digo mudarse es literal, con ropa y sus cosas) a casa de su madre, para que la familia keniana más chapada a la antigua no se escandalizase por vivir en pecado.

La boda fue toda una experiencia. Y la familia manejaba. Fue en un complejo de hotel con campo de golf al más puro estilo colonial, con pétalos de flores por el suelo y centros de rosas rojas y rosas adornando el lugar. Disfrutamos de una marcha nupcial con la canción más famosa de Titanic y de una comida (buffet, como en la otras pre-bodas y boda) que mezclaba la pizza con el nyama choma (carne de cualquier tipo, aunque la más típica es la de cabra) a la parrilla. Esto no fue sino una muestra más de la mezcla italokeniana que exhibieron durante toda la celebración, ya que el regalo de los novios a cada invitado fue un corazón de piedra y una especie de «peladillas» (que, por lo visto es un obsequio típico en bodas italianas); a la vez que las mujeres kenianas de la fiesta ponían el toque país, yendo a buscar a los novios, en su entrada al restaurante, entre cánticos que imploraban al primer hijo. Todo un espectáculo.

La parte dulce no fue la tarta que, aunque estaba buenísima, fue destrozada para servirse en el centro de cada mesa y comerla, con los dedos, entre todos los que ocupaban esos asientos… La parte dulce fue el padre del novio, esforzándose en un discurso en inglés (que llevaba tres meses aprendiéndose), cuando el hombre no sabía una palabra del idioma.

Sin duda, una experiencia genial.

Eunice y Luca, que seáis muy felices.

Boda italokeniana

Mujeres kenianas, familiares y amigas de Eunice, cantándoles al primer hijo

5 semanas sin aparecer

La aventura africana sigue su curso, aunque no os haya permitido ser testigos de ella en las últimas cinco semanas; sí lo han sido las múltiples visitas que hemos tenido en este tiempo. Con esto, os pido perdón y espero que me entendáis.

Tener visitas, sobre todo de gente que jamás ha pisado esta zona del planeta, te hace volver a mirar a tu alrededor cómo si lo vivieses todo por primera vez. Con la misma expectación, miedo y prejuicios. Te hace conocer y sorprenderte de lo que ya tus ojos se atreven a ver como cotidiano. El humo denso de los matatus y autobuses, del que cortarías filetes de polución si tuvieras a mano un cuchillo; las miradas de curiosidad que despiertas a la mayoría de gente que te cruzas por la calle; las inexplicables alambradas de los parques y zonas verdes de la ciudad; la medición africana del tiempo, a ritmo de «pole pole», que te obliga a meter una marcha menor para poder avanzar en tu día a día; la vida que te rodea en cada rincón, asomándose en forma de cangrejo, araña del tamaño de una mano, bichos que solo creíste ver en la película de «Jumanji» o en los documentales de la 2, flores de todos los colores (que crees sacadas de «Alicia en el País de las Maravillas», cuando pintaban las flores porque iba a venir la Reina de Corazones…) y… por supuesto, también en forma de niños, futuro del país y de la Tierra.

Además, tenemos que agradecer a estas múltiples visitas el habernos transportado, (con sus expresiones, con lo que nos han contado y con la sensación de volver a estar con ellos), a nuestra casa. Nos han hecho recordar los paseos por las calles de Madrid, por las de una famosa ciudad amurallada, por los pinos cercanos al Pico Urbión y por las playas de Cantabria. Gracias.

Por otra parte, tengo que comunicar una muy buena noticia y es que he empezado a colaborar, desde hace un mes y medio, en la sección de Cultura de la Embajada de España. A pesar del bajo presupuesto destinado a este fin, estoy encantada con mi nueva experiencia profesional, en la que soy testigo de cómo se trabaja en una embajada… una pasada.

En los próximos post, tengo pendiente hablar de la boda de una amiga keniana con un italiano, de la naturaleza del país, de los próximos viajes a otros países africanos, de la experiencia en un matatu y del resto de mis semanas en África Oriental.

Peripecias por el Monte Kenia

«Siempre se llega a alguna parte si se camina lo bastante» Gato Cheshire, Alicia en el País de las Maravillas

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Hace tres semanas subimos los 4.985 metros que separan la cumbre del pico Lenana del Monte Kenia (el máximo hasta donde se puede llegar andando) del nivel del mar. De ahí la foto que publiqué hace algunos post, abrazando el cartel de la cima. Creo que este mail que mi marido ha escrito a la familia y amigos es la mejor descripción de nuestras «peripecias por el Monte Kenia».

«¿Por qué se merece un especial? Porque son 4.985 metros hasta la cumbre. Porque ha sido lo más duro que he hecho en mi vida. Porque la montaña da nombre al país y no al revés. Porque ha sido un reto brutal…

La expedición (nada menos) la formábamos seis kenianos (un guía, un cocinero y cuatro porteadores), tres suizos y tres españoles. Los porteadores eran para la comida y para las cosas de dos de los suizos. El resto llevábamos todas nuestras cosas a la espalda (lo digo por si había dudas…)

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Bueno, al tema. Después de darnos de comer, nos dejaron en una de las puertas de entrada al parque (llamada Naro Moru) a 2.400 metros de altura, y tras una apacible marcha de 3 o 4 horas, llegamos al campamento donde íbamos a dormir (a 3.000 metros). Hasta ese momento todo bien: risas, mucho té con azúcar y buen ánimo.

Al día siguiente salimos a las 8 de la mañana. Las primeras dos horas las hicimos atravesando un bosque verde y frondoso (como los del Norte de España, vaya). De repente el paisaje cambió y casi se nos antojaba desértico con unas plantas semejantes a cactus. La ascensión fue más dura y larga que el día anterior (unas 7-8 horas) e, incluso, nos empezó a nevar sobre los 4.000 metros. Pero bueno, conseguimos llegar al siguiente refugio (4.200m) a eso de las 3-4 de la tarde. Cenamos como jabatos (siempre comida caliente), jugamos un par de partidas de cartas y a las 19:30 nos fuimos a la cama.

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Inciso: desde que empezamos a preparar el viaje, yo estaba preocupado por el mal de altura. Da igual que te hayas preparado muy bien físicamente, si te da, has de descender sí o sí. No hay nada que puedas hacer. Bueno, pues ese día me acosté con fiebre y con el estómago haciendo de las suyas. Pero bueno, como el guía nos había dicho que lo más duro ya lo habíamos pasado, yo pensaba que lo teníamos casi hecho…

El último día de ascensión (lunes) nos levantamos a las 2:15 de la mañana. Nos pusimos toda la ropa posible (estábamos a -5 grados) de abrigo y empezamos a subir el último tramo. Estaba todo nevado/congelado y había puntos en que en vez de avanzar, no hacías más que resbalar hacia abajo sobre la nieve. Para ser sinceros, a 4.500-4.600m yo no podía con mi alma. No hacía más que dar vueltas en la cabeza a ver cuando les decía a mis compañeros que «Todo muy bonito, pero hasta aquí hemos llegado señores». Pero por pura cabezonería (esa que tanto le gusta a Myriam…) seguí sufriendo como un perro y llegamos a un mini-refugio a 4.800 metros. No hay explicación, pero me allí me recuperé totalmente. Descansamos dos minutos y para la cumbre.

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Toda la ascensión es muy empinada, pero la última parte es una exageración. Tenía incluso cables fijos a los que debías cogerte, porque un mal paso y bajabas 500 metros del tirón… Fue duro y cada paso costaba la vida, pero metro a metro y respirando como búfalos, hicimos cumbre. 4.985 metros.

Podrías pensar que ya estaba todo hecho, pero no. Después de hacer cumbre a eso de las 6:30 de la mañana, ver amanecer y tirar unas cuantas fotos, tuvimos que bajar 20 kilómteros (sí, 20) para llegar al sitio donde íbamos a pasar la ultima noche. El paisaje era precioso (valles verdes, cascadas, bosques,…dicen que Tolkien se inspiró en este paisaje para crear Rivendel), pero íbamos tan jodidos que apenas lo apreciamos. Total, llegamos muertos al campamento, devoramos la cena, charlamos 20 minutos y a dormir. Tardé como 1 minuto y 12 segundos en dormirme.

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Por último, el día en que solo teníamos que montar en un todoterreno y dejarnos llevar, se convirtió en una odisea. Nos dijeron que para 32 kilómetros tardaríamos 3 horas porque la carretera estaba mal. «Qué exagerados pensé». Al final tardamos 7 horas. La peor carretera de la historia. Sólo había barro. El coche se quedó atrapado como 6 veces (y eso que los neumáticos tenían cadenas) y había que empujarlo y zarandearlo para que saliese… Para vivirlo.

En fin, una de las mejores experiencias de mi vida. Sencillamente espectacular».

 

El ébola en Kenia

Parece un nombre sacado de una película de terror, aunque nunca fue más cierto aquel dicho de que «la realidad supera a la ficción». Fueron tres occidentales contagiados en Liberia (un español de 75 años y dos estadounidenses) los que hicieron saltar todas las alarmas mundiales. No, los mil muertos africanos anteriores no habían sido suficiente.

Para todos aquellos que se cruzan de acera (según he llegado a leer), cada vez que ven un negro, deberían informarse previamente.

Médicos del Mundo: «aunque la mayoría de los migrantes que intentan llegar a España no lo hace ni en patera ni siquiera por vía terrestre, es ahí donde el imaginario colectivo sitúa el peligro. Sin embargo, imaginen la posibilidad de que una persona gravemente enferma consiga atravesar medio continente africano, en una penosa travesía que suele durar meses o años, hasta alcanzar la valla de Melilla o las costas de Cádiz o Canarias. Sobrevivir a este trayecto una semana sería una proeza; culminarlo, un milagro».

Médicos Sin Fronteras: «La gente piensa que la solución es cerrar las fronteras, cuando la única forma de contener la epidemia es incrementar los medios sobre el terreno».

Organización Mundial de la Salud (OMS): «Las muertes en África Occidental por ébola se producen por la escasez de equipos de protección o su uso inapropiado, así como a la escasez de profesionales para afrontar un brote de tal magnitud».

Sé que desde España, existe la manía de identificar África como un todo; por lo que me han preguntado por mi percepción del ébola en Kenia, por la peligrosidad para visitar el país, me han advertido de que tenga cuidado e, incluso, a mi marido, le han recomendado que vaya al hospital por unas décimas de fiebre… La OMS decretó Kenia como país de «alto riesgo» por los numerosos vuelos directos semanales desde el oeste africano a Nairobi; así que las autoridades echaron el cierre de sus fronteras a los aviones procedentes de estos países. Igual que en Sudáfrica, país que, por cierto, se encuentra a una distancia de 8.000 kilómetros de la zona de ébola…

Por cierto, España está 2.000 Km, 3.000 Km y 135 Km más cerca de Liberia, Sierra Leona y Nigeria… de lo que lo está Kenia.

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